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Durante las últimas décadas, el adjetivo amnésico ha estado ligado al peruano promedio, especialmente en eventos relacionados a la cosa pública; que otra idea podríamos tener cuando son reelectos los mismos políticos de pasado comprobadamente reprobable  y peor aún, cómo es posible que se dé espacio a quienes generaron el caos en una de las etapas más tristes de nuestra historia republicana; definitivamente algo anda mal en el proceso de reproducción de información.

Si alguien totalmente ajeno desde la inmensidad de una montaña observase nuestra trayectoria como país en los últimos cincuenta años, realmente quedaría perplejo y de primera impresión concluiría que el recuerdo no es nuestro fuerte. Pero ¿qué es la memoria?, no es acaso una función superior por la cual codificamos la información, la retenemos y recuperamos, un proceso totalmente complejo. Por lo tanto si aludimos a la memoria, obligadamente estamos hablando de información precedente.

Ahora, si ese supuesto espectador comenzara averiguar algunos porqués, advertiría que no hay sorpresas o accidentes en el transcurso, sino la normal consecuencia de los actos. Temas como la población peruana y sus limitaciones educativas con tantas  promesas de cambio o reestructuración sin resultado, clase política irresponsable más preocupada en obtener el poder de cualquier forma debilitando la democracia, algunos medios de comunicación guiados por sus intereses económicos o corporaciones con  la fuerza de modificar leyes internas, han sido factores primordiales para que se den dos hechos irrefutables: la ausencia de información, al evitarse tocar temas pasados (porque su investigación comprometería a muchos a ser investigados y tal vez sancionados) y de  otra parte la desinformación, manejada por una serie de conveniencias defenestrando el bienestar público. Pero también hallaría responsabilidad en la mayoría de ciudadanos, incapaces de averiguar por si mismos debido a su desidia, no hablamos de aquellos desafortunados que no cuentan con los medios, sino de quienes tienen acceso y aun así solo sirven para quejarse.

Entonces sin caer en reduccionismos, podría determinar que si la memoria tiene como material la información preliminar, no sería contundente afirmar que el problema es de memoria en cambio sí de comunicación, nuestra memoria no estará perfecta pero funciona acorde a sus necesidades. No se le puede llamar olvidadizo a una persona que recuerda perfectamente los hechos pero que por diversas razones lo evita (desde la más vulgar conveniencia hasta la más torpe ociosidad),menos lo es el joven desconocedor de la historia, en ese caso es un ignorante, tampoco se le puede llamar amnésico a aquellos entendidos pero con problemas de personalidad, consecuencia de la frustración no superada, conductas antisociales y destructivas o simplemente es un ser fatuo que quiere llamar la atención para parecer interesante.

Intentar encapsular periodos históricos para encajonarlos en algún rincón, conviviendo en un eterno “borrón y cuenta nueva” evita que maduremos como sociedad y poco sirven las reacciones tardías solo cuando el fenómeno esta fortalecido, porque da la impresión de carga montón y el resultado es victimizar al más despreciable cinismo disfrazado de acto democrático. La dosis de historia debe ser constante y planificada, basándose en realidades y no en simpatías.

Cada época tiene sus trincheras y uno de las nuestras son las redes virtuales, donde afortunadamente crecen grupos de usuarios críticos a su contexto que trabajan en desvanecer la etiqueta de amnésicos y  promueven de alguna forma la memoria colectiva.