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BEATUS ILLE

Publicado: 26 febrero, 2020 en NOCHE Y DÍA
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Se supone que las sociedades evolucionan y el círculo de la empatía va incrementándose hacia otros seres vivos, por lo menos esta idea en años pasados era una incertidumbre que creíamos se haría tangible, aunque no contábamos con los medios necesarios para tener la certeza, hoy gracias al fenómeno masificador de las redes sociales se hace posible contrastar estos datos, difundiéndose lo que antes fue inaccesible y de otra parte, juega a nuestro favor el avance científico, que innumerables veces verifica lo que nuestros ancestros deducían basados en la sabiduría que les daba la experiencia; eso era nuestro destino soñado, una comunidad de convivencia pacífica y de respeto entre todos sus componentes, un «deber ser»; sin embargo, y soy pesimista en esto, cada día estamos más lejos, vivimos una etapa de incredulidad forjada por la hipocresía y corrupción de las instituciones, de sinvergüenzura, de un total aprovechamiento y menosprecio por los más débiles, una era de falso espiritualismo, de fanatismo y de mantener la barbarie a veces por una tonta pose, se suma a ello que lo peor de la sociedad se hace de poder y se ensoberbece en él y debemos estar expectantes al humor o conveniencia de unos para imaginar nuestro destino como patria.

Salvador Dalí

Jirafa en llamas – Salvador Dalí (1936)

Podemos citar miles de ejemplos sobre esta normalización de la violencia como entretenimiento,  con víctimas que gritan desde algún lugar y aún así, ante hechos que debieran conmovernos como seres humanos, se presenta una facción que se burla o que hace lo imposible por imponerse por sus intereses, veamos como aún algunos tontos intentan hacer dudar del concepto de feminicidio tan solo por aparentar intelectualidad, otros se burlan del cambio climático porque vieron un vídeo tipo terraplanista y quieren demostrar que dudan de lo establecido, ni que decir de los que piensan que otros seres vivos, como los animales, son meros medios para diversión, su diversión, que se pervierte a un más al convertirla en una actividad económica enmascarada de arte y tradición…hordas de mujeres y hombres que no superaron épocas de niños engreídos y que ahora de viejos tienen algún tipo de poder (económico, social, político, corporativo, etc.) y pretenden establecer sus caprichos por encima de la moral, la ciencia o el sentir de una nación. En el peor de los casos, la insania de estos personajes quiere que sus acciones encima sean aplaudidas, llegando al extremo patológico que ya no pueden verse al espejo sin sentirse mesiánicos, seguros que ellos son imprescindibles para el gran cambio, a pesar de que sus acciones tiene un cariz económico descarado.

Cómo estarán las madres que cargan a sus hijos o los padres que hablan con sus hijas mientras piensan en su seguridad, alimentación, educación, salud…cuál es el consuelo que hace que los responsables de nuevas generaciones sobrevivan en esta contradicción de mensajes de paz y amor versus el odio y la crueldad, qué explicación se le puede dar a alguien tan sagrado como un niño, cuando sus arquetipos son abusivos, padres que entre ellos minimizan el rol del otro por medio de grados de violencia, maestros sin vocación que piensan que el humillar es un sistema de aprendizaje, de qué respeto por la naturaleza se puede exigir si esta sociedad permite la crueldad en espectáculos tan absurdos como la pelea de gallos o la corrida de toros, ni que decir de esa invención de algún ocioso con medios económicos, como es la caza deportiva, caracterizada por un pelele disfrazado de corajudo que mata a traición a un animal que no le ha hecho daño. Bajo una lógica enfermiza, mientras mayor capacidad adquisitiva, los problemas pueden maquillarse y alguna de las partes debe aparentar sonreír, mientras la tragedia de la desigualdad coloca en la peor situación a quienes históricamente han sido empobrecidos.

He oído que en un mundo perfecto no existe la esperanza, por lo tanto, nuestra patria debe tener un alto índice de esta, sino la depresión en masa acelerará su aparición para acabarnos, consecuentemente, son las generaciones venideras las que formarán al ciudadano del mañana.